The Last Guardian fue el primer juego que adquirí al hacerme con la PlayStation 4, pues desde que supe de él me había llamado la atención por su ambientación y aspecto gráfico. Sin embargo, cuando comencé a jugarlo no tardé en darme cuenta de que eso era lo único bueno que tenía, dado que fallaba en cosas tan importantes como el sistema de control, pero de este y otros defectos hablaré a continuación junto a sus, por desgracia, insuficientes virtudes que han hecho que, con el paso del tiempo, el ya de por sí recuerdo agridulce que me dejó se haya ido borrando hasta casi desaparecer.

No podía imaginar lo que estaba a punto de vivir
Lo cierto es que nada hacía presagiar el desastre que vino después. Conocía el juego desde su anuncio y posterior larguísimo y turbulento desarrollo para PlayStation 3 que, por diversos motivos, nunca llegaría a ver la luz. Y cuando lo vi adaptado a la por entonces nueva generación (aunque esta ya llevaba unos años cuando lo hice), me gustó lo bastante como para querer hacerme con él.
Así lo hice, pero ya desde el principio comencé a ver cosas que poco a poco irían cambiando mi opinión acerca del título, siendo la más destacada el manejo del niño protagonista. No sé porqué sus creadores optaron por dotarlo de unos movimientos tan torpes en determinadas acciones y si bien no digo que tuviera que ser un atleta, ducho en proezas físicas como estamos acostumbrados a ver al protagonista en otros juegos, que a menudo corra a trompicones tropezando con todo tampoco me pareció una decisión acertada ni entonces ni ahora.
Lo mismo puedo decir de los momentos en los que asciende por el plumaje de Trico, la criatura que nos acompaña y verdadera protagonista del juego, aunque en este caso buena parte de la culpa de su aparente torpeza la tiene un caótico sistema de cámaras que en demasiadas ocasiones, sobre todo en lugares estrechos, entorpece más que ayuda.

Una obra emotiva pero sumamente pesada
Por otra parte, The Last Guardian también se me hizo terriblemente largo, denso y lento, lo que junto a los problemas antes mencionados fueron la causa de que, tras lograr terminarlo (cosa que no me resultó nada fácil), no me quedaran ganas de volver a repetir la experiencia. No es menos cierto que la idea se me ha pasado alguna vez por la cabeza pero, al recordar lo que sufrí entonces, no tardo en olvidarme del tema. Dudo mucho que eso vaya a cambiar en el futuro, de ahí que decidiera incluir el juego en mi “lista negra”.
Y es una lástima, ya que tanto la historia de The Last Guardian, aun siendo bastante críptica, es también muy emotiva pues resulta muy sencillo conectar con los sentimientos de los personajes, especialmente en el caso de Trico, pues en lo visual sigue siendo una delicia verle en movimiento por unos escenarios cargados de detalles, perfectamente animado.
Resulta evidente en qué partes del juego puso el equipo de desarrollo un mayor empeño y dedicación. Pero que algo sea bonito no siempre es suficiente cuando hablamos de experiencias interactivas y, si dicha interacción no es satisfactoria, está claro que no la vamos a disfrutar igual que si lo fuera.

No entra en mis planes darle una nueva oportunidad
La verdad es que no quisiera cerrarle la puerta por completo a un título que, como cualquier otro, dista de ser perfecto pero a día de hoy, como dije antes, no me apetece volver a pasar por según qué calvarios. O al menos por los que para mí lo fueron porque, como suele pasar, no todos afrontamos los retos de la misma manera. Quien sabe, quizá algún día pueda volver a escribir sobre The Last Guardian en otro sentido tras sacarlo del pozo en el que lo dejo ahora mismo con este post porque será señal no solo de que lo habré vuelto a jugar sino de que, además, habré disfrutado con ello.
