El análisis de hoy es algo que, creo, debería llevarnos a una reflexión sobre el poder de la “corriente mayoritaria” que ya tantas veces hemos visto reflejado en los más diversos aspectos de cuanto nos rodea y afecta en mayor o menor medida. Pero dejaré eso para el final porque lo que toca ahora es hablar de Stray o, como muchos lo llaman, el “juego del gato” (o michi, palabra que se está poniendo muy de moda últimamente). y que parece haber encandilado a muchísima gente. ¿Soy yo uno de ellos? Vamos a verlo…
Comencemos por describir lo que es Stray. El juego desarrollado por BlueTwelve Studio y editado por Annapurna Interactive para consolas PlayStation y PC nos pone en la piel de un gato callejero que se ve separado de su grupo tras un mal paso que le hace caer a lo más profundo de una decadente ciudad subterránea, habitada por robots. Nuestro cometido es, pues, tratar de salir de dicho pozo haciendo uso de las habilidades del animal para saltar, correr y escabullirse por casi cualquier agujero.

Pero, como gato, no estamos solos en esta aventura dado que contamos con la inestimable ayuda de un pequeño dron llamado B-12 (sí, como el estudio que ha creado el juego, y no es la única auto referencia que veremos si estamos atentos), que nos permitirá establecer contacto con la práctica totalidad de personajes que moran en el lugar, a muchos de los cuales habremos a su vez de ayudar de alguna forma para, así, poder ser ayudados y avanzar en nuestro camino de regreso a la superficie.
Mientras hacemos esto iremos también conociendo una historia narrada en buena parte a través de los recuerdos del propio dron que, para mí al menos y sin ánimo de destripar nada, parece ser el auténtico protagonista, siendo el felino casi un medio para este de conseguir su objetivo.
En el aspecto jugable, Stray se percibe como un título donde predominan el plataformeo y la exploración, dejando en un segundo plano algunos momentos de sigilo (una característica muy propia de la criatura que manejamos), la acción y la resolución de puzzles. En consecuencia, lo que más hacemos durante la partida es, en efecto, correr y saltar para llegar a sitios en apariencia inaccesibles. Esto último, los saltos, no son nada difíciles de ejecutar puesto que el juego siempre nos indicará con el icono del botón correspondiente cuándo y hacia dónde poder hacerlo sin peligro alguno de fallar.

El sigilo se limita a evitar ser vistos por drones centinelas que harán acto de presencia ya avanzado el juego y la acción, salvo en un punto en el que contaremos con un arma de poder limitado, a escapar de aquellos enemigos que nos persigan dado que no contamos con habilidades de combate. No hemos de olvidar que no manejamos a un tigre o una pantera sino a un gato común.
Pero sí que podemos hacer cosas muy propias de este animal como, por ejemplo, subirnos por los muebles y estanterías aunque ello implique tirar al suelo casi cualquier objeto; acomodarnos en un cojín u otro sitio que veamos lo bastante confortable para echar una siesta; arañar puertas, paredes o alfombras y, por supuesto, maullar y ronronear a la mayoría de habitantes de la ciudad. La gran atención al detalle en este sentido es, sin duda, un excelente trabajo del estudio de desarrollo, que hay que alabar.

Y si en el aspecto antes mencionado lo hicieron bien, no menos se puede decir de su apartado técnico, comenzando por un diseño de personajes y escenarios muy logrado. Si bien y por razones obvias, los movimientos de nuestro (supuesto) protagonista destacan sobre el resto, no ocurre en Stray lo que sí vemos en otros títulos donde el personaje o personajes principales son los más trabajados en detrimento de los secundarios, pues todos y cada uno de los que nos encontraremos por el camino han recibido, en mi opinión, un mismo trato y mimo que podemos apreciar no solo en su apariencia sino, incluso, en cómo se ven reflejadas sus emociones. Y qué decir de la propia ciudad donde se ha plasmado su decadencia con sumo detalle en cada una de sus zonas, especialmente en aquellas que están más “vivas” donde enormes carteles de luces de neón contrastan con oscuros callejones repletos de basura.
La música que acompaña contribuye a cimentar esa percepción de decadencia antes mencionada y se adapta perfectamente tanto al entorno como a la situación que estemos viviendo en cada momento: melodías suaves durante la exploración y más frenéticas en los momentos de acción. Por otro lado, y aunque la ficha del juego nos diga que las voces están en inglés, lo cierto es que no escucharemos ningún idioma oficial a lo largo del juego puesto que el gato, como podéis imaginar, no habla y los robots, incluido nuestro pequeño compañero, lo harán en un dialecto propio compuesto por multitud de pequeños sonidos digitalizados. Por supuesto, esto hace que el texto cobre especial importancia y aquí no tenemos ningún problema al encontrarse el juego traducido.

Reconozco que tenía mis dudas acerca de Stray, que vienen a raíz de lo que comentaré a continuación pero me alegra ver que, en efecto, estamos ante un buen juego en todos y cada uno de sus apartados. Ahora bien, de ahí a lo que he visto en los días y semanas previos a su lanzamiento va un mundo, y esto es a lo que me refería al comienzo de este post.
No es la primera ni será la última vez que algo cae en gracia (o desgracia) no solo por sus virtudes y defectos sino por el marketing que se monta a su alrededor. Y Stray es un excelente ejemplo de esto, con continuas noticias en los medios, algunas realmente absurdas o como mínimo innecesarias pero que han logrado despertar en la gente el interés por un título que, de no haber sido tan comentado, tal vez habría pasado más desapercibido. Por otro lado, tener como (insisto, supuesto) protagonista a un gato ha hecho también su efecto pues, más allá de la originalidad que ello supone en un mundo copado por héroes humanizados, no son pocos los que han empatizado de inmediato con él gracias a que cuentan con la compañía de uno o varios en la vida real.

En definitiva, Stray es como dije un muy buen título pero no la “joya” que se nos ha estado vendiendo con notas de 9 o 10 en muchos análisis. Comprendo, no obstante, que es muy fácil dejarse llevar por el carisma que siempre desprenden los gatos, unido ello además a una propuesta sólida con una historia que, aunque no sea lo más original del mundo, si consigue al menos que mantengamos el interés. A pesar de todo, y siempre hablando desde mi perspectiva personal e intransferible, no puedo decir que haya disfrutado del juego ya que en algunos momentos se me ha hecho un poco denso. No obstante, en el global me ha entretenido y por ello le otorgo la medalla correspondiente a lo que me ha hecho sentir y que, a buen seguro, será algo parecido a lo vivido por otros pero totalmente opuesto a la mayoría, a tenor al menos de lo que he podido ver últimamente.
ACTUALIZADO EL 06/08/2022: Después de volver a jugarlo con más calma aún si cabe, de detenerme en detalles que no percibí la primera vez y de dejar a un lado todo lo relacionado con la ya comentada repercusión mediática del título que, sin ninguna duda, influyó negativamente en mi percepción global del mismo, mi valoración final ha cambiado bastante respecto a la plasmada en este análisis. En esta segunda vuelta he disfrutado mucho más del juego, también en esas zonas donde se me hizo algo pesado, y mis sentimientos hacia él son ahora más positivos de lo que ya lo fueron.
Por otra parte, y debido a su gran éxito, mucho se está hablado últimamente de una posible secuela futura pero en mi opinión, aunque puede hacerse, creo que la historia que se nos cuenta queda bien cerrada y que una segunda parte no es necesaria pero bueno, ello no quita que pudiera ser igual de buena o incluso mejor que el juego original.
